martes, 23 de agosto de 2022

REALIDAD ACTUAL DE LOS MATRIMONIOS MUSULMANES

A‘udu Billâhi Min as-Saitâni Rayîm


Bismillâhi ar-Rahmâni ar-Rahîm



Hermanos/as:

Es cierto que, como dijo el Profeta (Salallahu Alaihi Wa Salam), el Matrimonio (Nikâh) es la mitad de la Religión (Dîn). No obstante, lo que hay que comprender de estas palabras es que ese Matrimonio (Nikâh) al que se refería el Enviado de Al-lâh (Salallahu Alaihi Wa Salam) poco ha de ver con la realidad actual. Es necesario decir que los Matrimonios Musulmanes existentes en la actualidad no siguen el prototipo indicado por Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) como correspondiendo a ese al que él se refirió como la mitad de la Religión (Dîn). Y aunque algunos, al leer estas líneas que preceden, ya habréis comprendido por qué; no está de más explicarlo a fin de esclarecer este asunto y situarlo en el punto de mira a fin de analizarlo en profundidad.

Hoy en día, la mitad de los Matrimonios Islámicos válidamente contraídos acaban en Divorcio (Talâq). Esto ocurre, no solamente en los Países No-Musulmanes, sino en aquellos considerados como Islámicos, ya que en ellos la gran mayoría de la gente ha sido Musulmana desde el nacimiento.

Las razones son varias; pero hemos de decir que la principal de todas ellas es que los contrayentes han perdido la noción de cuáles son sus respectivos roles y responsabilidades. Muchos se casan por necesidades fisiológicas sin pensar en nada más, y eso termina siempre mal. La razón de esto es que ambos se cansan el uno del otro ya que no existe otro tipo de amor, amistad, complicidad o coincidencia de objetivos comunes. Se termina viendo al cónyuge pues como alguien cuya compañía produce hastío y cansancio.

En los Países Musulmanes una gran parte de las rupturas vienen propiciadas por la familia; casi siempre las madres del esposo y/o los hermanos de la esposa que quieren inmiscuirse en la sagrada vida del Matrimonio (Nikâh) para destruirlo desde dentro. En estos casos, tanto los cónyuges como sus familias olvidan que la nueva pareja es un nuevo hogar en el que está terminantemente prohibido inmiscuirse e indagar sobre la intimidad de ambos. El orgullo, las ansias de control y la falta de vergüenza hacen gala intentando entrar en lo más sagrado del hogar.

La falta de objetivos comunes es asimismo un lastre difícil de soltar. Es lógico y forma parte de las normas más elementales de la vida que cada uno se sienta más identificado con aquellos que comparten los mismos intereses que con aquellos que no, aunque estos últimos formen parte de las familias.

Otro gran lastre de los Matrimonios en los Países Musulmanes es el abuso, que en su mayor parte los hombres, cometen hacia sus esposas bajo la excusa embustera de que el Islam se lo permite. Es cosa de hombres para el populacho inculto el que un señor dirija a la esposa a su gusto y capricho, y razón de vergüenza el que la mujer sepa dirigir sus asuntos administrativos y económicos, porque “¿qué va a pensar la gente?”. Si un hombre es tan poco hombre o tan veleta que se deja llevar por las presiones del populacho, ese Matrimonio (Nikâh) se encuentra destinado al fracaso, en tanto y en cuanto la esposa tenga un mínimo de luces y de respeto por ella misma.

Contrariamente a esto que acabo de explicar, y de manera inconcebible, ya que no sigue la pauta de los Países Europeos donde el reparto de los bienes en caso de Divorcio (Talâq) es 50-50, está el caso de España, donde cualquier mujer que se canse de su esposo puede hacerle la vida imposible, quitarle la casa y dejarle en la calle, ya que las leyes son claramente injustas contra los hombres que han de pagar de manera injustificada el abuso que antiguamente muchos hombres cometían sobre las mujeres.

En los Matrimonios entre Divorciados un gran problema puede ser, y de hecho lo es, la presión que los hijos ejercen sobre su progenitor, sea madre o padre por el hecho de verse avocados, si son menores, a encontrarse con otra persona que para ellos es salida de la nada sin razón justificada. Aquí suele ocurrir que, en su mayor parte las mujeres, suelen inclinarse más a favor de los hijos que del cónyuge, con lo cual los días de ese nuevo Matrimonio (Nikâh) están contados.

El problema principal, insisto sobre ello, es la ignorancia de uno o de ambos cónyuges sobre cuál ha de ser su rol en el Matrimonio (Nikâh) y sobre el rol que el Matrimonio (Nikâh) mismo ha de jugar con respecto al resto de la familia.

Como en las herencias muchas veces podemos ver el lado inhumano de las personas al disputarse los bienes durante un Divorcio (Talâq), sin importarles a la gran mayoría, tal y como hemos constatado durante años, lo justo o injusto del reparto. La pareja disuelta se vuelve tan incivilizada que pierde todos sus principios con el objetivo de quedarse con la mejor parte y vengarse de aquél o de aquella con quien compartió una parte de su vida, de su intimidad, de su amor, de su confianza. El lado negro de su alma se destapa, la personalidad oculta se desvela y se manifiesta en todo su esplendor.

Al final, la mitad al menos de los Matrimonios se han convertido en fuente de desdicha en lugar de felicidad. El principal enemigo puede estar en casa, y las palabras que en una ocasión pronunció ‘Alî diciendo que el hogar es el Paraíso del Creyente, se arriesgan a ser lo contrario, o al menos de no existir en gran parte de los hogares.

En cuanto a los Matrimonios Felices y Equilibrados son fuente de dicha y de tranquilidad. El Matrimonio (Nikâh) es el estado natural del hombre y de la mujer; institución ésta en la que se educan nuevas personas que han de levantar y mejorar la Sociedad Humana.



Y Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) sabe más.

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