Primera
Jutba
Alhamdulilahi
Rabbil‘alamin, Ar Rahmani Ar Rahim, As Shahid, Al Basir, Al Hayy,
Al Qayyum.
Nuestra alabanza y nuestra
adoración son para Allah
(SWT),
Señor
soberano de todos los mundos y estados, productor de todas nuestras
visiones y Maqamat.
A Él
nos sometemos, sólo a Él,
Que
es la Vida
que nos sustenta, sólo a Él
adoramos. ¡As-Salâmu
‘Aleikum Wa Rahmatullâhi Wa Barakâtuhu!
Reunirnos en torno a un
testimonio de Tawhîd
(Lâ
Ilâha Illâ Allah)
es siempre un regalo gozoso que nos ennoblece.
Alhamdulillâh
que quiere hacernos
musulmanes y testigos del sometimiento de todas las criaturas a Su
Rahma.
Barakalaufiq.
Hablamos de nosotros mismos
como conversos y de nuestra Sahâda
como si se tratara de una conversión, pero a medida que nos
adentramos en la vía del Islam
vamos comprendiendo que esto no es así.
Desde un punto de vista
formal, nuestra Sahâda
tiene dos partes esenciales: por un lado la afirmación de la
Unicidad
de lo real, la constatación real de esa Unidad
y, por otro, el reconocimiento y la aceptación del Mensaje
que esa misma Realidad
nos está revelando en el discurso inspirado del Profeta
(SAWS)
por medio del Corán,
siempre exuberante y Generoso.
Generosidad de la conciencia que se expande más allá de cualquier
límite.
Eso que llaman conversión al
Islam
no es conversión sino un reconocimiento que tiene lugar en todos los
planos de nuestra experiencia, que afecta al ser humano y a la
comunidad en la que vive de una forma profunda e integral. Nos llaman
conversos sin que lo seamos realmente. Pero esta definición tiene su
razón de ser porque quienes así nos llaman no pueden darse cuenta
de la experiencia real de nuestro sometimiento, porque si fueran
conscientes de ello ya serían musulmanes y testigos, serían Shahid
al Islam
de una
Sahâda
Al-Haqq
(Testimonio
de la Verdad),
testigos del sometimiento de un ser humano a la Realidad.
La experiencia de unicidad, de
Tawhîd
(Lâ
Ilâha Illâ Allah),
que subyace detrás de todas las palabras y de todas las cosas es una
experiencia humana que pueden vivir los individuos de todos los
pueblos y culturas, y puede ser expresada de todas las formas
posibles, dicha con los más bellos nombres.
La Sahâda
es la expresión de esa conciencia trascendental que late en nuestro
interior desde que mucho antes de que aprendiésemos a hablar. Cuando
decimos Lâ
Ilâha Illâ Allah
con plena conciencia estamos haciendo vivo nuestro más antiguo
Recuerdo,
nuestra conciencia más pura y elemental.
La Sahâda
es el primer Pilar
del Islam
porque es la condición básica de nuestro sometimiento, de nuestra
conformación consciente en la Realidad.
Una Sahâda
es una afirmación de la Realidad,
la forma más directa y primaria de adoración, porque no puede
existir adoración sin reconocimiento, no puede haber adoración sin
un reconocimiento de aquello que estamos adorando.
El reconocimiento de esta
Realidad
Única
implica la aceptación de nuestra precariedad, una experiencia de la
vacuidad de nuestro ser y de nuestro mundo, un reconocimiento de la
polaridad y de la tensión; también implica el reconocimiento de
nuestra dependencia de una Realidad
que, en este caso, no se deja atrapar por una mente dividida por las
palabras, implica el reconocimiento de nuestra condición de seres
dependientes, sin realidad propia ninguna, sólo con la realidad que
Allah
(SWT)
nos otorga en forma de Âmana,
de conciencia prestada por un tiempo.
Una Sahâda
es un Fana
Fillah, una
extinción en la Realidad,
porque ¿Dónde, si no, podemos extinguirnos cuando estamos siendo
conscientes de ese vacío, de esa precariedad y de esa irrealidad?
Un testimonio de la Realidad,
una Sahâda
Al-Haqq
(Testimonio
de la Verdad)
es
siempre un evento cósmico que sacude toda la creación de principio
a fin, porque es una creación de conciencia, una fuente de creación
donde la criatura declara su condición delante de los otros sabiendo
que sólo Allah
(SWT)
es testigo, que sólo Él
es Ash
Shahid,
Quien
todo lo ve.
Las otras criaturas, aquellas
que contemplan una Sahâda,
son en ese momento Shahid
al Islam,
testigos oculares del sometimiento, de la palabra divina que
compromete al siervo ante su Señor,
de la extinción de la criatura en el océano inmenso de la Realidad.
Todo musulmán es un testigo
ocular de Al-Haqq,
porque la Sahâda
es el reconocimiento de la presencia de Allah
(SWT)
en nuestros corazones, real y enigmática al mismo tiempo, que
ilumina todos nuestros mundos. Todo musulmán, desde el simple
creyente hasta el simple místico, es un Shahid,
un testigo de aquello que está declarando, una criatura que alberga
la Presencia
Real
en su corazón, que va desvelando el tesoro oculto que quiere ser
conocido: "Adora a Allah
(SWT)
como si lo vieras…" nos dice el Profeta
(SAWS)
en un Hadîz.
El Sheij
Muhammad
ibn al-Habib
dijo lo siguiente: “Oh tú que deseas ser un testigo ocular de la
Presencia,
debes elevarte por encima del Espíritu
y de las formas, asirte al vacío original y ser como si no fueras
¡Oh aniquilado! Verdaderamente verás la existencia por un secreto
cuyos significados se han extendido en todas las épocas. Ninguna de
las imágenes de acción y entidad multiplican al Actor
en modo alguno. Así pues, a cualquiera que se eleve por encima de
todas las cosas perecederas, se le mostrará la existencia sin
dualidad”.
La declaración testimonial
del Muslim
precede a la visión del Mu‘min,
que se convierte así, In
Sâ‘a Allah,
en visión del corazón, siendo el corazón el ojo por el que Allah
(SWT)
se ve a Sí
mismo. La visión que el siervo tiene de Él
es la visión que Él
tiene de Su
siervo. Sólo Allah
(SWT)
puede ser testigo de Sí
mismo, Él
es Quien
se reconoce en todas las cosas porque nada ni nadie hay sino Él.
Y por eso le adoramos como Ash
Shahid,
el Testigo
omnipresente, el que todo lo ve constantemente, y por eso nuestros
corazones dicen: Lâ
Ilâha Illâ Allah.
Pero, contra la lógica de la
apariencia, Allah
(SWT)
quiere que Su siervo declare su Fanah
ante otros testigos. Por esa razón en toda Sahâda
Al-Haqq
(Testimonio
de la Verdad)
hay
siempre un testigo real que la hace posible, un Shahid
al Islam
que la materializa contra toda lógica, Alhamdulilah,
y ese testigo excepcional es nuestro amado Muhammad
(SAWS),
Mensajero
de esa Realidad,
la paz y las bendiciones sean siempre con él. Él es el alma humana
más próxima a Ŷibrîl
(Gabriel),
el ser más próximo a Allah
(SWT)
que un ser humano puede contemplar en su visión creadora del mundo.
Una Sahâda
Al-Haqq
(Testimonio
de la Verdad)
es
una Fatiha
Al-ilm, una
apertura de la conciencia, un florecimiento de la Realidad
en Sí misma. No hay conversión, pues, sino resurrección incesante
de la vida en lo muerto, un triunfo de la luz sobre las cenizas, de
la conciencia sobre la inconsciencia. Alhamdulilah.
Quizás eso también explique
la ausencia de rituales en el Islam.
La simple declaración de Tawhîd
(Lâ
Ilâha Illâ Allah)
nos basta para acceder a la Ummah,
a esa comunidad de seres conscientes, voluntaria y gozosamente
sometidos a la Realidad.
Cualquier representación está sobrando, cualquier actor desaparece,
sólo queda la criatura aniquilándose sin cesar, una transmutación
irrefrenable. Por esa razón, nos parece un contrasentido preguntar
cosas cómo ¿a qué hora va a ser la Sahâda?
¿será antes del Ŷum‘a?
¿Después? El acto social, la declaración pública de Tawhîd
(Lâ
Ilâha Illâ Allah)
en la Ummah
de Muhammad
(SAWS),
ocurre cuando Allah
(SWT)
quiere, y esta Sahâda
que estamos viviendo todos nosotros hoy ya está ocurriendo, ha
ocurrido ya, no deja de acontecer y nos afecta profundamente.
Alhamdulilah.
La Sahâda
del corazón humano tiene lugar como una Rahma
de Allah
(SWT)
que Él
concede a quien quiere, como quiere y cuando quiere. Lâ
Ilâha Illâ Allah.
Una Sahâda
Al-Haqq
(Testimonio
de la Verdad)
es
un hecho trascendental, un rayo que nos conduce por todas las
estaciones espirituales, por todas y cada una de las Maqamat
de la revelación. La Sahâda
es así una síntesis perfecta del camino espiritual.
Sólo puede hacer Sahâda
quien, como Âdam,
la paz sea con él, ha conocido el extravío de los nombres y ha
perdido su Fitrah,
su condición original. La Sahâda
es entonces una reconducción a la Fitrah,
una recuperación de nuestra naturaleza verdadera, una superación
del olvido. Por esta razón, como dijo el Profeta
(SAWS)
en un Hadîz,
todos los niños nacen musulmanes, y por ello no necesitan hacer
ninguna Sahâda.
Tampoco necesita hacer Sahâda
quien no ha sido extraviado por las religiones. Sólo aquellos que
han sufrido el olvido precisan, mediante el testimonio del Tawhîd
(Lâ
Ilâha Illâ Allah),
renovar sus conciencias en lo Único.
Y lo primero que hace el ser humano que quiere regresar es poner su
intención en ello.
Todo el camino del
sometimiento a Allah
(SWT),
todo el itinerario islámico por el Siratal
Mustaquim,
discurre a caballo de esa primera intención, de ese deseo que ha
surgido como un destello de luz en nuestros corazones.
Para experimentar esa
reconducción del intelecto hacia la conciencia, es necesario
purificarse mediante el agua. Hacemos Gusul
como Nûh
(Noé),
la paz sea con él, para adquirir el estado de tajara, de pureza
integral, de cuerpo y mente, librándonos de todas las adherencias
que nos distraen de nuestro regreso a la Realidad,
dejando atrás el rastro de antiguas humanidades. Somos básicamente
agua y el contacto con esta materia es un reencuentro con aquello que
nos constituye fundamentalmente.
Como Ibrâhîm
(Abraham),
la paz sea con él, decimos Lâ
Ilâha,
no existen dioses ni existe nada, y así nuestro corazón se va
torneando en una Ka‘ba
luminosa y vacía que
alberga al fin lo innombrable, que hace posible el encuentro cara a
cara, como Mûsâ
(Moisés),
la paz sea con él, con Su
Señor,
que es el mismo Señor
nuestro y de todas las criaturas. Sólo Allah
(SWT)
es el Señor,
Él
y sólo Él
es la Realidad,
y por eso decimos Illâ
Allah.
Cuando recitamos completamente
la primera parte de esta Sahâda,
Lâ
Ilâha Illâ Allah,
sentimos con claridad al ‘Îsâ
(Jesús)
de nuestro ser, la paz sea con él, porque sentimos la fuerza
transformadora de la palabra, del espíritu. Lâ
Ilâha Illâ Allah
es la palabra pura, el Ruh
Al-Quddús,
la paz sea con él, porque no hay declaración humana que se le
iguale, porque el ser humano no puede expresar una síntesis mejor de
su condición, criatura dotada de lenguaje y razón que no conocemos
otro testimonio más fidedigno de la Realidad.
Todas las palabras que forman la Sahâda
se consideran en la lengua árabe como una sola y única palabra. El
texto de la Sahâda
Al-Haqq
(Testimonio
de la Verdad),
Lâ
Ilâha Illâ Allah,
se conoce entre los musulmanes como Kalimat
Al-Ijlás o
Kalimat
At-Tawhid,
palabra de la sinceridad y palabra de la unidad. No se dice que sean
palabras sino palabra, verbo.
Finalmente, como desenlace de
nuestro testimonio, reconocemos la verdad de lo que decimos en el
mundo, ante los otros, y lo hacemos ante el mejor de los testigos
humanos, ante el alma del mejor de nosotros, ante el Corán
que nos trae Muhammad
(SAWS).
No juramos ante un libro de papel sino que declaramos nuestra
condición ante aquellos cuyos corazones laten con la Revelación
y cuyos ojos se humedecen, ante quienes saben que lo que Allah
(SWT)
proclama en el Corán
es la Verdad
de la Realidad.
Allâhumma:
Oh Señor
nuestro: haznos ser testigos del sometimiento de toda Tu
creación.
Provoca en nosotros la alegría
del descubrimiento de la Realidad.
Mantén siempre viva nuestra
Taqwa,
humedece nuestros ojos.
Amin.
Segunda
Jutba
La Sahâda
de un ser humano es la apertura de su visión a la Realidad,
es un latido cósmico que sacude a la Ummah
y la llena de gozo, como llena de gozo al alma de Muhammad
(SAWS),
que siempre está despierta en algún rincón del corazón humano
porque el alma del Profeta
(SAWS)
es la sumisión completa que hace posible la Revelación,
la posibilidad de vivir ese Fanah
Fillah que
transmuta los signos en conciencia, en Realidad
Única
que nos libra de la dualidad y de la inexistencia.
Allah
(SWT)
nos regala a Muhammad
(SAWS)
y Muhammad
(SAWS)
nos regala una Ummah,
una comunidad que se va construyendo gracias al lenguaje de la
sumisión, a la palabra que resucita en nuestros corazones cuando
escuchamos atentamente el Corán,
recitación universal que no cesa nunca de desplegar sus Suras
desbordantes de vida y de sentido.
La segunda parte de nuestra
Jutba
es también la segunda parte de nuestra Sahâda.
Decimos Ashadu
Anna Muhammadan Rasûlu Allah.
Soy testigo y declaro que Muhammad
(SAWS)
es el Mensajero
de Allah
(SAWS),
Mensajero
de Al-Haqq,
enviado de la Única
Realidad
a la Única
Realidad.
Para decir eso hemos necesitado escuchar con atención el Mensaje,
sentir el poder transformante del Corán.
Hemos reconocido la Recitación
Incomparable
cuando Allah
(SWT)
nos ha regalado Suras
completas llenas de signos, plenas de sentido, la palabra que nos ha
señalado dirección y ha resultado ser una guía para nosotros.
Reconocemos en ese Mensaje
el discurso que Allah
(SWT)
no ha cesado jamás de enviarnos de todas las maneras posibles hasta
donde alcanza nuestro recuerdo.
Un buen día miramos a una
criatura y Allah
(SWT)
nos hace ser testigos de su sometimiento a Él,
nos hace conscientes de la dignidad y profundidad que a todo ser
otorga ese sometimiento. Por eso no hablamos de conversión sino de
reconocimiento, de la resurrección y del recuerdo.
Dicen los Gnósticos
que no hay reunión en la que se nombre a Muhammad
(SAWS)
sin que él esté presente realmente en ese encuentro. Muhammad
(SAWS)
es el testigo excepcional de toda Sahâda,
porque es nombrado por el Shahid
Al-Haqq
(Testimonio
de la Verdad)
y
porque los Shuhadâ
al Islam
son testigos del Profeta
(SAWS)
y él es testigo y valedor de todos aquellos que están siendo
musulmanes. Él vio más que ningún otro ser humano. La perfección
de su visión es tan excepcional que él es quien da testimonio de la
calidad de nuestra sumisión cuando rendimos cuentas, antes de
aniquilarnos en la Presencia.
Muhammad
(SAWS)
es el garante de nuestro islam, su sello o piedra de toque.
Por eso no es cierto que
seamos musulmanes nuevos, porque no hay musulmanes nuevos ni viejos,
porque el sometimiento a la Realidad
es una condición intemporal, ese regusto de eternidad que surge en
nosotros cuando adoramos conscientemente a Allah
(SWT)
en cada respiración y en cada latido de nuestros corazones. Para dar
testimonio de nuestra sumisión es necesario estar viviéndola,
experimentado lo real realmente. No podemos decirlo de otro modo.
Alhamdulilah.
La Sahâda
es también la puerta del Gran
Ŷihâd,
porque, tras la extinción en la Realidad
Única,
retornamos al mundo, cumpliendo así el decreto de Allah
(SWT)
de habitar la tierra de la contradicción, el lugar donde nos
torneamos para hacernos capaces de la vida, capaces de amar la Vida,
de recordar Sus
Nombres.
Nos damos cuenta de que
estamos emergiendo en el mundo y de que el Islam,
el sometimiento a Allah
(SWT),
como dice el Corán,
es Duniâ,
un camino equilibrado,
el camino de en medio, la vía central que recorre esa polaridad. El
Dîn
son la práctica formal y las actitudes, la propia Sahâda,
el Salât,
el Ayuno,
el Zakât
y el Haŷŷ,
el Âdab
y el Ajlaq,
pero esa práctica tiene una finalidad que es hacernos Jalifas,
criaturas capaces de reflejar los dones de Allah
(SWT),
capaces de verlo en Sus
criaturas, en la Duniâ.
Por eso nos dice Allah
(SWT)
en el Corán:
“Tâ,
Hâ. No hemos hecho descender sobre ti el Corán para que te
agobies”.
(Tâ
Hâ 20: 1-2)
Sabiendo esto no tenemos más
que alegrarnos porque una Sahâda
es el descendimiento del Corán
al corazón de un ser humano, para hacerle feliz, para hacerle capaz
de vivir conscientemente.
Nos sentimos contentos, muy
contentos, porque Allah
(SWT)
resuena con fuerza en los corazones y porque Su
recuerdo no ha desaparecido de nosotros. Alhamdulilah.
Barakalawfiq
por hacernos una vez más Shuhadâ
al Islam,
testigos del sometimiento del ser humano a Tu
Poder.
Allahumma:
regálanos la Sahâda
de todas tus criaturas.
Establece el Islam
en la tierra de Âdam.
Perdona todas nuestras faltas
porque queremos disfrutar de Ti
en nosotros mismos.
Concede facilidad y belleza a
quienes hoy dan testimonio de Ti,
de Tu
Mensaje
y de Tu
Mensajero
(SAWS),
y a quienes somos testigos de ello.
Amin.
NOTA:
Una Sahâda
Al-Haqq
(Testimonio
de la Verdad)
es siempre un evento cósmico que sacude toda la creación de
principio a fin, porque es una creación de conciencia, una fuente de
creación donde la criatura declara su condición delante de los
otros sabiendo que sólo Allah
(SWT)
es testigo, que sólo Él
es Ash
Shahid,
Quien
todo lo ve.
En toda Sahâda
Al-Haqq
(Testimonio
de la Verdad)
hay siempre un testigo real que la hace posible, un Shahid
al Islam
que la materializa contra toda lógica, Alhamdulilah,
y ese testigo excepcional es nuestro amado Muhammad
(SAWS),
Mensajero
de esa Realidad,
la paz y las bendiciones sean siempre con él. Él es el alma humana
más próxima a Ŷibrîl
(Gabriel),
el ser más próximo a Allah
(SWT)
que un ser humano puede contemplar en su visión creadora del mundo.
Una Sahâda
Al-Haqq
(Testimonio
de la Verdad)
es una Fatiha
Al-Ilm, una
apertura de la conciencia, un florecimiento de la Realidad
en Sí
misma.
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