lunes, 20 de agosto de 2018

SURA 105 SURA EL ELEFANTE (AL-FÎL)




En el nombre de Allah, el Misericordioso, el Compasivo

1.- ¿Es que no has visto lo que hizo tu Señor con la gente del Elefante?

Es decir: ¿Es que no has sido informado, o no sabes, o no has oído? Todo son interrogaciones que denotan una afirmación rotunda. El interlocutor aquí es Muhammad (SAWS), pero es general. Es decir: ¿No habéis visto lo que hice con la Gente del Elefante? Es decir, lo habéis visto, y habéis conocido el sitio que Allah (SWT) deseaba para vosotros. ¿Qué os pasa, pues, para no creer?

En relación a la historia de la Gente del Elefante ocurrió que Abraha construyó Al-Qulais, en San‘â (Yemen) y era la mejor de las Iglesias de la tierra en aquel tiempo. Después escribió una carta al Negus diciéndole: ¡Oh Rey! Te he construido una Iglesias como no se ha construido otra igual antes de ti. Y no estaré satisfecho mientras no haga venir a las Tribus árabes en peregrinaje a ella. Al enterarse los árabes de dicha carta se enfadó un hombre de la Tribu An-Nasâ, que era una Tribu de Banî Qaiyim ibn Addî. Y salió inmediatamente hacia la Iglesia e hizo de vientre en ella para después regresar a su tierra. Se enteró Abraha de lo sucedido y preguntó: ¿Quién ha hecho esto? Le dijeron: Ha sido un hombre de la Casa Sagrada de Meca, a la cuál peregrinan los árabes. Cuando oyeron lo que habías mencionado de traer a los árabes en peregrinaje se enfadó el hombre y vino e hizo lo que hizo para que se propagara entre la gente que la Iglesia está profanada y por lo tanto no es un lugar apropiado para peregrinar a él. Entonces, Abraha se enojó fuertemente y juró que acudiría a Meca a destrozar la Ka‘ba. A continuación envió a un mensajero a la Tribu de Kinâna, que era la misma tribu a la cuál pertenecía el hombre que hizo de vientre en la Iglesia, para que vinieran a hacer el peregrinaje a la misma. Los Banî Kinâna mataron al mensajero, provocando con ello el enojo desmesurado de Abraha. Después tomó la decisión de reunir a la gente de Abisinia que se prepararon y se armaron acompañados de Elefantes para la guerra. Se enteraron los árabes y vieron en ello una gran fuerza que les hacía frente y vieron la necesidad imperiosa e ineludible de afrontarla, sobre todo cuando supieron que quería destruir la Casa Sagrada de Allah (SWT). Entonces salió un hombre del Yemen llamado Dû Nafar, personaje distinguido que hizo una llamada a su pueblo y a todos los árabes en general para enfrentarse a Abraha y luchar contra él en defensa de la Ka‘ba. Dû Nafar recibió apoyos y se enfrentó a Abraha que lo derrotó y le hizo prisionero. Cuando se dispuso a matarle éste le suplicó que le perdonara la vida porque le sería más útil vivo que muerto. Abraha le perdonó la vida porque era un hombre inteligente y sagaz, sin embargo, lo encadenó. Y siguió su camino hasta llegar a una tierra llamada Jazam, en la que se enfrentó a él Nufail ibn Habîb al-Jazamî al frente de dos Tribus: Sahran y Nahis, y algunos de otras Tribus que le siguieron. Cayó derrotado a manos de Abraha, siendo el segundo que fue hecho prisionero. Y cuando quiso matarle, éste le suplicó que lo dejara con vida a cambio de servirle de guía en la tierra de los árabes. Le dijo: ¡Pondré mis dos Tribus bajo tu mando y completa obediencia y déjame suelto! Pero lo utilizó de guía hasta que llegaron a Tâ‘if y salió Mas‘ûd ibn Muattib, de los hombres de Taquîf, y dijo: ¡Oh Rey! Somos tus esclavos, obedecemos tus órdenes y no tenemos nada en contra tuya. Y esta casa no es la que buscas pues es la casa de Al-Lat, y tú la que quieres es la que está en Meca. Nosotros mandaremos quien te guíe hacia ella. Y les dejó en paz. Enviaron con él a Abû Rigal hasta llegar a Al-Mugammis, lugar cercano a Meca camino de Tâ‘if, donde murió Abû Rigal. Su tumba ha quedado como sitio al que arrojan piedras los árabes.

Cuando Abraha levantó su campamento en Al-Mugammis envió a Meca un hombre Abisinio llamado Al-Asuad ibn Maksûd y al llegar se apropió de los bienes de la gente de Tihâma y doscientos camellos de ‘Abdelmuttalib ibn Hâsim, el señor de su Tribu. Como consecuencia de ello trataron de aunar sus fuerzas las Tribus de Qurais, Kinâna y Hadîa en contra del invasor, el cuál les hizo saber que no podrían con él. En vista de lo cuál lo dejaron.

Abraha envió a Hunâta al-Hamirî hacia Meca, para que preguntara por los Jefes de Meca y les dijera: No he venido a haceros la guerra sino que solamente he venido a destruir esta “Casa” (La Ka’ba). Y si no os enfrentáis contra mí yo no estoy interesado en derramar vuestra sangre. De manera que si verdaderamente no queréis la guerra venid conmigo a presencia del Rey Abraha. ‘Abdelmuttalib le contestó: No queremos la guerra ni podemos con él. Esta es la Casa Sagrada de Allah (SWT) y es la Casa de su íntimo Profeta Ibrâhîm (Abraham), sobre él la paz. Si Allah (SWT) le impide el acercamiento a Su Casa Sagrada, el asunto está entre él y Allah (SWT). Y si el asunto depende de nosotros, pues no podemos hacer nada contra Él. Entonces Hunâta le dijo que fuera a hablar con el Rey. ‘Abdelmuttalib se encaminó con algunos de sus hijos y al llegar al campamento preguntó por Dû Nafar que era su amigo. Fue a visitarlo a la cárcel y le preguntó: ¿Tienes algún recurso que nos libre de lo que nos ha ocurrido? Y le contestó Dû Nafar: ¿Qué recurso puede tener un hombre encarcelado que está en manos del Rey esperando su ejecución en cualquier momento? De forma que no tengo nada que ofrecerles, excepto que Unais, el guía de los Elefantes es mi amigo. Traedle que le voy a presentar tu caso para que él pueda interceder por ti ante el Rey. Dû Nafar informó a Unais acerca de ‘Abdelmuttalib, que era el Jefe de Qurais y dueño de la crema de Meca; es generoso hasta con los animales salvajes en las montañas. Y le informó de que el rey se había apoderado de doscientos camellos suyos. Y le pidió que hiciera lo que pudiera para recuperarlos. Y éste así lo hizo. Unais habló con el Rey acerca de ‘Abdelmuttalib en los mismos términos que lo hizo Dû Nafar con Unais. Abraha le dijo: ¡Hazle pasar!

Abdelmuttalib era alto y de buenas facciones. Al verlo, Abraha quedó sorprendido y profundamente admirado. Bajó de su trono y se sentó con él sobre una alfombra diciendo a su intérprete: ¿Pregúntale por su asunto? Contestó: Mi solicitud es que el Rey me devuelva los doscientos camellos que me pertenecen. Abraha contestó diciendo a su intérprete: Dile: Cuando te vi me causaste admiración y después despertaste mi simpatía hacia ti al hablarme. ¿Me vas a hablar de doscientos sucios camellos que te hemos quitado y has olvidado hablarme de la “Casa”, que significa tu Dîn y el Dîn de tus padres, y que yo he venido a destruir? Contestó ‘Abdelmuttalib: Yo soy el dueño de los camellos y la “Casa” tiene su dueño que la protege. Dijo Abraha: No me ha impedido que atente contra la Ka‘ba. Lo tuyo aquí lo tienes y el otro déjalo de mi cuenta. Y acto seguido le devolvió sus camellos. ‘Abdelmuttalib partió hacia Qurais para darles la noticia y les ordenó que salieran de Meca y se dirigieran hacia las montañas, evitando de esa forma el daño que les pudieran causar el ejército.

Abdelmuttalib sujetó la aldaba de la puerta de la Ka‘ba con un grupo de Qurais, pidiendo a Allah (SWT) la victoria sobre Abraha y sus soldados: ¡Oh Dios! Impide que su acometida contra nosotros nos venza con su cruz y sus armas injustas y entren en su territorio sagrado. El asunto queda en tus manos. ¿Qué te parece, pues?

Dijo Ibn Ishâq: “‘Abdelmuttalib salió de la Ka‘ba hacia las montañas acompañado de la Tribu de Qurais para protegerse, esperando lo que haría Abraha con la Ka‘ba”.

Al amanecer del día siguiente se preparó Abraha para entrar en Meca. Dispuso sus Elefantes y formó a su ejército decidido a destruir la Ka‘ba para regresar después al Yemen. Cuando dirigieron los Elefantes hacia Meca se interpuso Nufail ibn Habîb (guía de Elefantes), diciendo al oído del cabeza de los Elefantes (llamado Mahmûd): ¡Siéntate Mahmûd! Y regresa a salvo por donde has venido. Estás en la tierra sagrada de Allah (SWT). En ese preciso momento se echó Mahmûd. Y después escapó Nufail corriendo hacia las montañas. El ejército trató de levantar a los Elefantes golpeándoles pero estos rehusaron a pesar de los golpes recibidos con palos. A continuación insistieron para que se levantaran, pinchándoles, pero siguieron negándose. Entonces los pusieron en dirección al Yemen y se levantaron de inmediato, y así en todas las direcciones, excepto en la de la Ka‘ba que se volvían a echar al suelo de nuevo. En ese instante, Allah (SWT) les envió pájaros marinos parecidos a las golondrinas y con cada pájaro tres piedras, una en el pico y otra en cada pata del tamaño de garbanzos o lentejas. A cualquiera que le acertara la piedra caía muerto sin remedio. Y aquellos que se libraron salieron corriendo por el camino por el que vinieron, buscando a Nufail ibn Habîb para que les indicara el camino hacia el Yemen.

Salieron corriendo despavoridos, atropellándose unos a otros y cayendo atónitos y muertos de las más diversas y atroces maneras por el pánico que los sucesos le habían causado. Abraha fue herido de tal forma que al caminar se le iban desprendiendo trozos de sus miembros. Y con cada trozo que se le caía le seguía un torrente de sangre y de pus. Y al llegar a San‘â, Abraha quedó como un polluelo y no murió hasta que su pecho se abrió y se desprendió su corazón.

Dijeron Al-Kalbî y Muqâtil ibn Sulaymân: “La causa de la historia del Elefante fue que unos jóvenes de la Tribu de Qurais salieron de expedición comercial hacia la tierra del Negus. Acamparon en la costa junto a un templo Cristiano. Encendieron un Fuego para cocinar su comida y después se marcharon dejándolo encendido. A continuación se levantó un viento huracanado que debido a la fogata encendida dio lugar al incendio del Templo, el cuál se quemó y quedó destruido. La noticia llegó a oídos del Negus y se enojó profundamente. Acudieron a él Abraha ibn as-Sabbâh, Huyûr ibn Surahbîl y Abû Yaksûm, todos ellos de la Tribu de Kina. Estos garantizaron al Negus que quemarían la Ka‘ba y harían prisionera a la gente de Meca. El Negus era el Rey y Abraha el Jefe de los ejércitos, Abû Yaksûm era el ministro y Surahbîl uno de sus gobernadores. De forma que se pusieron en marcha con los Elefantes al frente. Al llegar a Dûl Mayâz acamparon y dieron de beber a los Elefantes. Allí estaban también los camellos de ‘Abdelmuttalib. El pastor, al verlos, salió corriendo y subió a la montaña de Safâ y gritando a la gente les avisó de la llegada del ejército de Abraha y los Elefantes. En ese momento la gente de Meca mirando hacia el cielo vieron que venían unos pájaros procedentes del mar. Dijo ‘Abdelmuttalib: Estos pájaros son raros en nuestros territorios, pues ni son del Neyd ni de Tihâma ni del Hiyâz; llevaban una piedra en sus patas y en el pico. Al llegar a la altura del ejército arrojaron sus piedras haciéndolo perecer”. Dijo ‘Atâ ibn Abû Rabbâh: “Los pájaros llegaron al atardecer, pasaron allí la noche y al amanecer arrojaron sus piedras”. Dijo Al-Kalbî: “Los pájaros iban agrupados en bandadas y al frente de cada una conduciéndolas iba un pájaro de pico rojo, cabeza negra y cuello largo. En cada piedra que llevaban los pájaros iba escrito el nombre de aquel al cuál iba destinada para matarlo. El ejército de la Gente del Elefante lo componían 70.000 hombres. De ellos no regresó nada más que su Jefe y un grupo muy reducido que cuando contaron lo que habían visto perecieron de forma inmediata”.

Dijo Al-Waquidî: “Abraha era el abuelo del Negus que vivió en tiempos del Mensajero de Allah (SAWS)”.

Dijo Muqâtil: “El año del Elefante fue cuarenta años antes del nacimiento del Profeta (SAWS)”. Sin embargo, Al-Kalbî y ‘Ubaid ibn ‘Umair dijeron que fue veintitrés años antes del nacimiento del Profeta (SAWS). Lo correcto sin embargo, es lo que se relató del Profeta (SAWS), quien dijo: “Nací el año del Elefante”.

Dijeron los Ulemas: “La historia del Elefante después de todo ha sido un milagro de Muhammad (SAWS) aunque ocurriera antes de su advenimiento. La historia constituyó una afirmación de su causa y una preparación para su asunto. Sobre todo al recitar este Sura a los demás, había en Meca mucha gente que habían presenciado los sucesos del Elefante. Por eso dice la Sura: “¿Es que no has visto?”. Y no había nadie en Meca que no haya visto al guía y al conductor del Elefante ciego. Como prueba de que la historia del Elefante está próxima al nacimiento de Muhammad (SAWS) ocurrió que ‘Â’isha, Allah (SWT) esté complacido de ella, a pesar de su tierna edad, vio al jinete del Elefante y a su conductor ciegos pidiendo a la gente de comer.

2.- ¿Acaso no hizo que su estratagema fracasara?

Cuando vinieron a matar y hacer prisioneros a los Qurais y a destrozar la “Casa”. Se ha contado acerca de ‘Abdelmuttalib que mandó a su hijo ‘Abdullâh montar a caballo para que fuese a ver el castigo que recibieron de los pájaros la gente del Elefante. Vio como los hombres fueron totalmente aniquilados y regresó corriendo con los muslos al descubierto. Su padre, al verlo de esa forma, dijo: Mi hijo es el mejor jinete de los árabes, ya que nadie descubre sus muslos sino es un mensajero advertidor con graves noticias. Al acercarse a dar la información que traía le preguntaron: ¿Qué has dejado tras de ti? Dijo: Todo ha sido destrozado. Y salió su padre a recoger el dinero que le había sido robado. Con eso se completó el mandato de ‘Abdelmuttalib sobre Qurais como abuelo del Profeta Muhammad (SAWS).

3.- Enviando contra ellos pájaros en sucesivas bandadas.

Dijo Saa‘îd ibn Yubair: “Eran pájaros venidos del cielo que jamás se habían visto ni antes ni después”. De Ibn ‘Abbâs se transmitió que dijo: He oído decir al Profeta (SAWS): “Eran pájaros que anidaban y criaban en el aire, entre los cielos y la tierra”. De Ibn ‘Abbâs: “Sus picos eran como los de los pájaros y sus garras como las de los perros salvajes y fieros”. Dijo ‘Ikrima: “Eran pájaros verdes, procedentes del mar, con cabezas como felinos y que nunca se habían visto antes ni después”. Dijo ‘Â’isha, Allah (SWT) esté complacido de ella: Los pájaros eran como golondrinas, parecidos a los búhos, rojos y negros”. De Saa‘îd ibn Yubair: “Eran pájaros verdes con picos amarillos tirando a blanco”. Dijo Muhammad ibn Ka‘b: “Eran pájaros marinos negros, sujetando piedras en sus picos y garras”.

Dijeron Ibn ‘Abbâs y Muŷâhid: “Vinieron en enormes y sucesivas bandadas, unas tras otras”.

4.- Que les arrojaban piedras de arcilla.

Piedras de barro, cocidas con el Fuego del Ŷahannam (Infierno). Escritos sobre ellas aparecían los nombres de aquellos hacia los que iban dirigidas. Como dice Allah (SWT), el Altísimo, en el Corán:
Para mandar contra ellos piedras de arcilla marcadas junto a tu Señor y destinadas a los que excedieron los limites”. (Los que levantan un torbellino 51: 33-34)

Dijo ‘Abder-Rahmân ibn ‘Abza: “Min siyyîl”: Del cielo. Y son las piedras que descendieron sobre el pueblo de Lût (Lot)”. Dijo Az-Zaŷŷâŷ: “Min siyyîl: Estaba escrito en ellas el castigo que les iba a acontecer”. Dijo ‘Ikrima: “Los pájaros les arrojaron las piedras que portaban, y a quienes les alcanzaba alguna de ellas contraía la viruela. Y las piedras eran del tamaño de un garbanzo”. Añadió Ibn ‘Abbâs: “Cuando caían las piedras sobre alguno de ellos su piel se llenaba de ampollas, siendo el comienzo de la viruela”.

5.- Dejándolos como paja carcomida.

Es decir, Allah (SWT) hizo que la Gente del Elefante quedara como la paja de cultivo cuando es comida por las bestias. Se ha relatado que cuando las piedras caían sobre ellos se vaciaban de su interior quedando como la cascarilla del trigo cuando sale de ella el grano. Dijo Ibn Mas‘ûd a propósito de la Aleya: “Cuando los pájaros arrojaron las piedras, Allah (SWT), el Altísimo, envió un viento impetuoso que hizo aumentar la fuerza y la dureza de las piedras, de tal forma que: piedra que caía sobre alguien lo aniquilaba al instante. De entre la gente del Elefante se hizo musulmán nada más que un hombre de la Tribu de Kinda, llamado Naquîl Ibn Habîb, según la historia de At-Tabarî e Ibn al-Atîr. Se relató que no todos fueron aniquilados, sólo los que Allah (SWT) quiso que lo fueran de entre ellos. Y según lo dicho anteriormente, regresaron el Jefe y un pequeño grupo con ellos, que al momento de informar de lo que habían visto perecieron.

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