A‘udu Billâhi Min as-Saitâni Rayîm
Bismillâhi ar-Rahmâni ar-Rahîm
“Literalmente ella rompió el techo de cristal. Incluso las mujeres de hoy en día aspirarían a hacer lo que ella hizo hace 1.400 años”.
Así describió el Imâm Asad Zaman a Jadîŷah, una mujer que nació en el Siglo VI en lo que hoy es Arabia Saudita.
Fue una mujer respetada en su sociedad, muy rica y poderosa, que rechazó las propuestas de Matrimonio (Nikâh) de muchos hombres de la nobleza.
Se casó en dos oportunidades. Quedó viuda de su primer esposo y se cree que decidió separarse del segundo.
Juró que no se volvería a casar, pero su convicción duró hasta que conoció a quien se convertiría en su tercer esposo.
Si lo eligió, dijo el Imâm Asad Zaman, fue porque vio en él “algunas cualidades asombrosas que la hicieron cambiar de opinión sobre el Matrimonio (Nikâh)”.
Literalmente, Jadîŷah fue quien lo escogió, fue ella quien le propuso que se casaran.
Ella tenía 40 años y él era un joven de 25 años de origen muy humilde.
Su historia no sólo es una de amor, sino una que evoca el nacimiento de la segunda religión con más seguidores en el mundo.
Y es que Jadîŷah se casó con Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) antes de que él se convirtiera en el último Profeta del Islam.
La Comerciante
Es difícil tener una visión detallada de quién era Jadîŷah, en parte, porque lo que se conoce de ella se escribió muchos años después de su muerte.
Sin embargo, la mayoría de las fuentes apuntan a que se trataba de una mujer con “la ambición de un espíritu libre y con una voluntad muy fuerte”. Por ejemplo, había rechazado casarse con su primo, algo que por tradición su familia hubiese preferido, porque quería ser ella quién escogiera a su pareja.
Jadîŷah fue la hija de un comerciante que había convertido el negocio de la familia en un imperio comercial. Tras su muerte, en una batalla, ella se hizo cargo. “Estaba claramente acostumbrada a abrirse camino en el mundo”.
“De hecho, fue su perspicacia para los negocios lo que la pondría en un camino que con el tiempo cambiaría la historia del mundo”.
El Ayudante
El negocio que Jadîŷah dirigía, desde Meca (Arabia Saudita), contaba con muchas caravanas que transportaban productos por las grandes ciudades del Medio Oriente. Recorrían extensas distancias que iban, por ejemplo, al sur de Yemen y al norte de Siria.
Si bien parte de su riqueza provenía de su familia, Jadîŷah también forjó su propia fortuna. “Era una mujer de negocios por derecho propio, con mucha autoconfianza”.
Jadîŷah estaba acostumbrada a contratar a personal para cubrir los diferentes aspectos de la actividad comercial.
En una ocasión oyó hablar de un hombre que tenía la reputación de ser muy honesto y trabajador. Lo conoció y le pidió que se hiciera cargo de una de sus caravanas. Pronto surgió un sentimiento de admiración hacia él.
Jadîŷah quedó tan impresionada que decidió asumir un nuevo Compromiso Matrimonial. Esa unión, le brindó a Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam), quien había sido Huérfano (Yatîm) y criado por un tío, una vida “con una mayor estabilidad y prosperidad económica”.
Se cree que tuvieron cuatro hijos, aunque sólo las hijas lograron sobrevivir la primera infancia. “Desde una perspectiva sociológica, también hay que entender las condiciones de la época, era un Matrimonio (Nikâh) Monógamo en una época en la que la mayoría de los hombres tenían varias esposas. Era una sociedad muy Polígama”.
Las Primeras Revelaciones
Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) había nacido y crecido en la Tribu Qurais (la misma a la que pertenecía Jadîŷah), en una época en la que varios grupos de la zona adoraban a varios dioses.
Años después de casarse, inició una progresiva transformación espiritual que lo llevó a adentrarse en las montañas de Meca para meditar.
De acuerdo con el Islam, Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) recibió Revelaciones de Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) a través del Ángel Ŷibrîl (Gabriel), el mismo que le anunció a Maryam (María) que sería la madre de ‘Îsâ (Jesús).
Así le fue revelado El Corán, el Libro Sagrado de los Musulmanes (Muslimun). Se cuenta que cuando experimentó la primera Revelación, sintió miedo porque no sabía de qué se trataba.
“No le podía encontrar sentido a lo que estaba experimentando. Carecía de un punto de referencia porque no había sido educado para tener una comprensión del Monoteísmo, de Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala)”.
“Estaba extremadamente confundido y angustiado por lo que estaba viviendo y las fuentes dicen que las Revelaciones no fueron fáciles, aunque la experiencia fue gentil, físicamente fue estremecedor”.
En ese contexto, Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) decidió contarle lo que estaba viviendo a una sola persona. “Era alguien a quien le podía confiar cualquier cosa”, Jadîŷah lo escuchó y lo calmó. Intuitivamente ella pensaba que se trataba de algo bueno y así se lo hizo sentir.
De hecho, le pidió consejo a un familiar que tenía conocimientos sobre el Cristianismo. Waraqah ibn Nawfal vinculó las Revelaciones de Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) con las que había recibido Mûsâ (Moisés).
“Él conocía las escrituras anteriores”, por lo que fue “una especie de confirmación de la autenticidad de sus Revelaciones”.
“Sabemos que cuando empezó a experimentar las Revelaciones Coránicas, Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) incluso dudó de sí mismo, pero fue Jadîŷah quien le afirmó la realidad de su condición de Profeta”.
La Primera Musulmana
Para muchos expertos, al ser la primera persona que escuchó las Revelaciones que Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) había recibido, Jadîŷah se convirtió en la primera Musulmana (Muslima) de la historia, la primera conversa. “Ella creyó y aceptó el Mensaje”.
“Considero que eso le dio mucha confianza a Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) para que empezara a difundir el Mensaje. Le hizo sentir que tenía una voz”.
Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) desafió a los mayores de la Tribu y decidió predicar públicamente: “Hay un solo Dios, Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala). Adorar a otros es una blasfemia”.
Cuando Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) comenzó a enseñar el Islam, fue marginado por muchos miembros de la sociedad de Meca porque se oponían a su Mensaje Monoteísta. “Pero Jadîŷah le brindó el apoyo y la protección que tanto necesitaba en esos momentos”.
Fue una época en la que Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) llegó a experimentar depresión, en parte, porque familiares y conocidos paganos empezaron a apartarse de él. Pero la decisión estaba tomada: Entregarse a su misión como Profeta.
“En los siguientes 10 años, Jadîŷah usó sus conexiones familiares y toda su riqueza para apoyar a su esposo y financiar la naciente Fe (Îmân), una religión construida sobre el principio controversial de un Dios en una sociedad que creía en muchos”.
El Año de la Tristeza
Jadîŷah hizo todo lo que estaba a su alcance para apoyar a su esposo y al Islam hasta el final de sus días.
En el año 619, se enfermó y murió.
Tras 25 años juntos, Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) estaba destrozado. “Realmente él nunca se recuperó de la muerte de Jadîŷah”.
“Lo que impresiona de las fuentes es la forma en que hablan de Jadîŷah, como la mejor amiga que Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) tuvo, incluso más que sus más cercanos Compañeros: Abû Bakr as-Siddîq y ‘Umar ibn al-Jattâb”.
“Ese es el aspecto romántico de esa relación”.
De hecho “los Musulmanes (Muslimun) todavía recuerdan el año de su muerte como el Año de la Tristeza”. Tiempo después y siguiendo la tradición, Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) se volvió a casar.
Una de las fuentes de información sobre Jadîŷah son los Ahadîz, los cuales son relatos sobre la vida de Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam), que fueron recordados por sus seguidores más cercanos y que después se escribieron.
Uno de los narradores de los Ahadîz fue una de las esposas de Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam), ‘Â’isha, otra figura fundamental del Islam.
“Obviamente el Profeta (Salallahu Alaihi Wa Salam) le contó la historia de Jadîŷah y ella narra lo que pasó al principio de las Revelaciones, cuando se convierte en Profeta”.
Aunque ‘Â’isha no fue testigo de ese período de la vida de Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam), “fielmente asumió su deber de transmitir a los Musulmanes (Muslimun)” lo que se le había contado.
Un Modelo a Seguir
Conocer la historia de Jadîŷah es fundamental para romper con el mito de que en las primeras Comunidades Musulmanas a las mujeres se les confinó al hogar.
Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) no le pidió a Jadîŷah que dejara de hacer lo que le gustaba. De hecho, el Islam les dio más derechos y prominencia a las mujeres de la época.
“Jadîŷah es una figura inspiradora, como también lo es Fâtima (una de sus hijas con Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam)) y ‘Â’isha, entre otras mujeres”.
“Fueron intelectuales, activas políticamente y desempeñaron un rol enorme en la difusión de la religión y en la formación de la Sociedad Islámica”.
“Para mí es maravilloso poder enseñarles a mis lectores (creyentes o no) sobre estas mujeres”.
La admiración a Jadîŷah como un modelo a seguir. “Jadîŷah fué una heroína, una mujer fuerte que lideró su propio negocio”.
La posición de las mujeres en el Islam es un tópico muy debatido en la actualidad, pues muchos la asocian con un elemento de opresión. “Si piensas en estos grandes modelos a seguir, Jadîŷah y ‘Â’isha, ¿qué crees que pensarían del Islam como se ha desarrollado en el Siglo XXI? No estoy totalmente seguro de que ellas reconocerían las prácticas que tenemos hoy. Y ciertamente no estoy seguro de que ‘Â’isha vería con buenos ojos que le dijeran que se quedara en la parte de atrás de un salón y que no dijera lo que pensaba. Ella estaba muy acostumbrada a enseñarles a los hombres, a educarlos. Si tenía algo que decir lo decía”.
“Y la idea de que Jadîŷah, una figura muy poderosa, fuese de alguna manera limitada o que su voz, sus derechos, fuesen restringidos, no estoy seguro de que sería algo que ellas estarían dispuestas a aceptar o reconocer”.
Sus historias han desafiado las percepciones de muchas personas sobre el rol de las mujeres en el Islam. “Es sorprendente que fuera del Islam, muy pocos hayan escuchado sus nombres”.
Y Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) sabe más.
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