A‘udu Billâhi Min as-Saitâni Rayîm
Bismillâhi ar-Rahmâni ar-Rahîm
La historia de Maryam (María), la madre de ‘Îsâ (Jesús), en El Corán ocupa un lugar destacado en dos Suras. La más popular de ellas es la que lleva su nombre, Sura Maryam (N.º 19).
Ubicada entre las historias de una serie de otros Profetas, incluidos Yahyâ (Juan) y Ibrâhîm (Abraham), la Sura cubre la concepción milagrosa del Profeta ‘Îsâ (Jesús) y cuenta la historia del sufrimiento de Maryam (María) durante su embarazo.
El propósito principal de esta Sura fue enfatizar la continuidad del Islam con las Revelaciones Divinas previas, es decir, la del Judaísmo y el Cristianismo.
El Islam y su texto fundamental estaban destinados a completar, o en el caso de ‘Îsâ (Jesús), corregir, la narrativa del Monoteísmo, devolviendo a ‘Îsâ (Jesús) al lugar que le corresponde como Profeta de Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) y portador de Su Mensaje.
La tercera Sura de El Corán, Sura La Familia de ‘Imrân (Al-‘Imrân), recuerda la misma historia. Según las narraciones del Profeta Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam), esta Sura fue revelada mucho más tarde que Sura Maryam por lo que el propósito de la continuidad ya se había logrado.
Entonces se plantea la pregunta: ¿Por qué Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) revelaría la misma historia una vez más? Este post busca responder esa pregunta presentando algunas de las lecciones centrales derivadas de esta historia.
Igualdad de humanidad
En este relato, Maryam (María) es ahora identificada como la hija de ‘Imran. Su madre, en un deseo de mostrar su devoción a Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala), prometió que su descendencia viviría una vida de completa devoción religiosa. Cuando recibió una hija, se sorprendió. Pensó que nacería un hijo varón y sabía que en su sociedad las niñas eran vistas como más débiles y no tan valiosas.
“Y una vez hubo parido dijo: ¡Señor mío! He dado a luz una hembra, y bien sabía Al-lâh lo que había parido; y no es el varón como la hembra. La he llamado Maryam [María]: A ella y a su descendencia los refugio en Ti de Shaytán lapidado”. (La Familia de ‘Imrân 3: 36)
No obstante, cumple su promesa y dedica a Maryam (María) a servir a Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) durante toda su vida. La siguiente Aleya de la Sura nos da nuestra primera lección: El Señor la aceptó complacido, e hizo que se educase correctamente y la confió a Zakariyyâ (Zacarías). Cada vez que Zakariyyâ (Zacarías) ingresaba al templo la encontraba provista de alimentos, y le preguntaba:
“Su Señor la aceptó complacido, e hizo que se educase correctamente y la confió a Zakariyyâ [Zacarías]. Cada vez que Zakariyyâ [Zacarías] ingresaba al templo la encontraba provista de alimentos, y entonces exclamaba: ¡Oh Maryam [María]! ¿De dónde te ha venido esto? Ella respondía: De Al-lâh; porque Al-lâh sustenta sin medida a quien Le place”. (La Familia de ‘Imrân 3: 37)
Hablando en contra de los sentimientos de la madre de Maryam (María), Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) confirma que la dedicación y el valor de una mujer al servicio de Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) no es menor que la de un hombre. Se la acepta bien (Hasan) y se le da sustento directamente de Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala).
Dentro de esta narración hay un poderoso Mensaje de igualdad de los seres humanos. Aunque se enfatiza más directamente en otras Aleyas de El Corán, la historia de Maryam (María) da un ejemplo más personalizado y directo de esa igualdad. Los hombres no son lo mismo que las mujeres, afirma correctamente El Corán, pero uno no es superior ni inferior al otro.
Dedicación a Al-lâh
En estas Aleyas anteriores se incluye otra lección importante de dedicación y la idea del libre albedrío. A primera vista, parece bastante injusto que una persona se vea obligada a vivir una vida de devoción a Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) sin la opción de elegir.
Vivir una vida enteramente para Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) no es fácil; y la historia de cualquier Profeta (piensa en ‘Îsâ (Jesús) y Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam)) es una clara evidencia del dolor, el sufrimiento y la pobreza mundana que a menudo acompaña a la dedicación religiosa. Tal fue el caso de Maryam (María), a quien, incluso antes de nacer, su vida ya estaba planeada.
Muchos de nosotros sentimos lo mismo y experimentamos problemas similares. El país en el que nacemos, la naturaleza de nuestra crianza y de nuestros padres, y nuestra situación financiera han puesto muchos aspectos de nuestra vida fuera de nuestro control. Estos elementos nos unen al mundo en el que vivimos y son laboriosamente difíciles de cambiar.
La lección de la historia de Maryam (María) es que la clave para sobrevivir a estas dificultades es a través de la dedicación a Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) y seguir Su Mensaje. Eso no significa que dejes de esforzarte por mejorar tu educación, conseguir un mejor trabajo o mejorar tu situación en la vida en general. Más bien, significa poner tu máxima confianza en Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala), ya que “Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) sustenta sin medida a quien quiere”.
Desarrollando la sinceridad en tu Fe
La tercera lección de Sura La Familia de ‘Imrân (Al-‘Imrân) proviene de colocar la historia de Maryam (María) dentro del contexto más amplio de los temas discutidos en la Sura. Una Aleya del comienzo contiene la Súplica (Du‘â):
“¡Señor nuestro! No hagas que nuestros corazones se desvíen, después de habernos guiado. Concédenos Tu Misericordia; Tú eres el Dadivoso”. (La Familia de ‘Imrân 3: 8)
Esta Súplica (Du‘â) se encuentra entre una narración de Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) advirtiendo de las consecuencias de la Incredulidad (Kufr).
“Así sucedió con la gente del Faraón y con quienes les precedieron, desmintieron Nuestros signos y Al-lâh los castigó por sus faltas. Y Al-lâh es severo en el castigo”. (La Familia de ‘Imrân 3: 11)
“Quienes no crean, ni sus bienes ni sus hijos les servirán de nada ante Al-lâh. Éstos serán [por su Incredulidad (Kufr)] el combustible para el Fuego”. (La Familia de ‘Imrân 3: 10)
Aquellos que se salvan de esta situación son aquellos que son:
“Son pacientes, sinceros, piadosos, caritativos y piden perdón por la noche hasta llegar el alba”.(La Familia de ‘Imrân 3: 17)
Como es tradición a lo largo de la Narrativa Coránica, estas declaraciones generales nunca se dejan solas. Más bien, siempre se siguen con un ejemplo práctico para mostrar cómo se logra la regla. Piensa aquí en la historia de Maryam (María). Ella es el ejemplo que deben seguir todos los Musulmanes (Muslimun). Su dedicación y la sinceridad de su Fe (Îmân) la llevaron a recibir la recompensa de portar al Mensajero de Al-lâh (Salallahu Alaihi Wa Salam).
A través de la sinceridad de la Fe (Îmân), demostrada por actos de devoción y perseverancia en las dificultades, logró el más alto nivel de alabanza que cualquier ningún Profeta podría imaginar. Todos estamos llamados a hacer lo mismo, con la promesa de que nuestra sinceridad será recompensada.
Conclusión
En conclusión, la repetición de la historia de Maryam (María) en Sura La Familia de ‘Imrân (Al-‘Imrân) proporciona una aplicación importante de los principios generales reiterados a lo largo de El Corán.
Revelada al Profeta Muhammad (Salallahu Alaihi Wa Salam) en la última fase de su Revelación, Maryam (María) actúa no solo como una confirmación de la continuidad del Islam con el pasado Judeocristiano, sino como un ejemplo para que todos los futuros Musulmanes (Muslimun) (tanto hombres como mujeres) busquen emular, y una meta por la que todos debemos luchar.
Y Al-lâh (Subhanahu Wa Ta‘ala) sabe más.
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